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Del meprobamato y otros demonios

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A propósito de la inocentada de ayer, les dejo algunos apuntes y enlaces.

Lo primero: es tradición en la prensa española gastarle alguna broma a la audiencia en el Día de los inocentes. Lo que quiere decir que esto, que es una bitácora de notas al vuelo, se presta para la gracia y, por tanto, me permite, una vez al año, difuminar esa línea que separa a la ficción de la realidad.  

Lo segundo: no fueron pocos los amigos, conocidos y lectores de este blog que se creyeron el texto. Y cualquiera los entiende. No es difícil imaginar a Miguel Barnet —presidente de honor de la sociedad de perros chihuahua de la isla (y de aquella otra institución canina: la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba)— soltar declaraciones de esta calaña. Y es mucho menos difícil para quienes hayan visto el video de su presentación que incluí en el post. Pues, de hecho, las dice. En el minuto 4:03, Geandy Pavón lo pone en aprietos con una pregunta en donde tilda de mayoral al otrora biógrafo de cimarrones. La vergonzosa respuesta de Barnet (minuto 4:47) se refiere a los disidentes cubanos en estos términos: «esos señores no son representativos de esa cultura de la cual yo estoy hablando». O para decirlo mal y pronto: no son su maletín. En su respuesta a mi pregunta (minuto 5:06), se expresa (es un decir) con palabras que parafraseé en el post. Termina así: «mi conciencia está muy tranquila». Por desgracia, el video no incluye la frase célebre de aquella noche de 2011, que vino inmediatamente después de aquello de la conciencia: «yo no tomo meprobamato». No importa. La tengo en la memoria. Y es poco probable que quien haya estado en la audiencia del Bildner Center la haya olvidado. La desfachatez, lamentablemente, también es memorable.

Por último: las inocentadas que he echado a rodar por estos lares han tenido un tema común: el castrismo y lo perjudicial que es ese régimen para la salud. Tiendo a enfocarme en intelectuales orgánicos, nuevos modos de la infamia (una cerveza revolucionaria, un app para chivatos) o miembros de la estirpe de Lina Ruz. Confieso que hacer la mímica de la verborrea de Mariela Castro, Silvio Rodríguez o Miguel Barnet es todo un desafío. Pero me he dado banquete en el proceso.

Aquí pueden (re)leer las inocentadas de años previos.

En 2008: la exclusiva que anunciaba que Mariela Castro Espín había pedido asilo político en España.

En 2009: La razón del tocororo, una crónica de la presentación, en uno de los salones de la Biblioteca Nacional “José Martí”, de un poemario hasta entonces inédito del “General-Presidente”.

En 2010, me pasé con ficha.

En 2011: las declaraciones de Silvio Rodríguez a raíz de un concierto en Quito en el que rompía con el régimen cubano.

En 2012: un “app” creado por la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) para facilitar a los represores y chivatos cubanos la delación y otras infamias.

En 2013: el lanzamiento al mercado de Comecandela, la cerveza de los revolucionarios.

En 2014: la «decisión» de Mariela Castro de cambiar su orientación sexual, a tono con los cambios que no acaban de llegar.


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